25 May Aldo Valle A., Rector UV: “Crisis biopolítica”
Un filósofo francés muy conocido de nombre, y algo menos por el contenido de su obra, acuñó el concepto de “biopolítica”. Me refiero -claro está- a Michel Foucault. Esa categoría conceptual permitiría comprender las transformaciones de las formas de gobierno de la modernidad. Estas se caracterizan ahora por un conjunto de tecnologías, prácticas y estrategias disciplinarias para la vida, en sentido biológico, mediante las cuales se ejerce el poder sobre las personas y que se manifiestan como adiestramiento, aumento de sus aptitudes, la extorsión de sus fuerzas, así comos integración en sistemas de control eficaces y eficientes. Lo anterior puede corresponder, simplemente, a una descripción o explicación sumaria de las relaciones de poder más hegemónicas, que muestran a su vez cómo funciona el sistema económico y político de sociedades complejas, sean éstas más o menos democráticas.
En Chile se han combinado dos hechos de gran impacto en los últimos meses. La revuelta social de octubre de 2019, que acontece al margen del sistema político, junto con a la crisis sanitaria que nos asola desde marzo, pueden dejamos la puerta de una crisis biopolítica en el sentido que las estrategias institucionales y económicas, incluso las más sutiles, no resulten funcionales para lograr integración y el control que se requerirían para seguir reproduciendo el orden político y económico preexistente. Por otra parte, dar paso a otras prácticas y estrategias para la vida, así como a una razonable y pacificadora legitimación del poder, exigirán cambios y acuerdos tan difíciles, reo, como la lucha contra el covid -19. Por razones que todos podemos vislumbrar, lo más probable es que la crisis sanitaria y económica deje heridas aún más profundas.
Ello sólo podría ser la consecuencia totalmente esperable de la concurrencia de ambos hechos, pero a ello se agregan otros. No se advierte, creo, por parte del sistema político la magnitud del desafío y no muestra voluntad alguna para disponerse a producir los acuerdos sustantivos que se necesitarán. Esto mismo contribuye a que la ciudadanía acentúe aún más su escepticismo respecto del sistema institucional.
Formo parte de quienes creen que el país tiene unas desigualdades insoportables, que la respuesta ante ello no es seguir haciendo lo mismo, que necesitamos de un muevo orden constitucional y de una mayor redistribución de la riqueza que el país produce y debe seguir produciendo. Del mismo modo, me anima la convicción de que tales cambios deben llevarse a cabo por vías institucionales y garantizando equilibrios fundamentales. Con todo, creo, que lo que estará en juego en unos meses más, para un sector relevante del país, será -nada menos- que el sentido y los fundamentos del Estado de derecho, que nos puede llevara un antagonismo irreductible.
Todos quienes están en la política deberían comprometerse siempre a poner en discusión sus propias ideas acerca del bienestar dispuestos a concordar una concepción pública de la justicia como proponen Habermas y Rawls, válida para sociedades plurales, que nadie puede ya pretender fundar sobre una única concepción del bien. La manifestación más nítida en este sentido es no posponer la democracia ni la participación, porque disponerse a éstas sin argucias será siempre la resistencia más sólida y veraz contra los propios integrismos y ortodoxias.
Fuente: Mercurio Valparaíso 26.05.2020
https://www.mercuriovalpo.cl/impresa/2020/05/23/full/cuerpo-principal/10/