27 Jul Christian Schmitz V., rector UCSC: “El desafío de las universidades católicas”
Como en muchos aspectos de la vida cotidiana, la contingencia del Coronavirus ha modificado la forma de entender el valor de la educación. Durante décadas, o tal vez siglos, nos hemos concentrado en la infraestructura, espacios físicos, patrimonios o activos tangibles, en los que las universidades luego se comparaban y medían por el tamaño de sus edificios, metros cuadrados, laboratorios, equipamiento y salas de clases.
Hoy nos damos cuenta que todo esto está, literalmente, vacío. Deshabitado.
Confinados en nuestras casas, recobra valor no el campus universitario, sino que las relaciones y la calidad de la interacción. Esta vez de manera virtual a través de las plataformas digitales: es aquí donde se genera hoy la enseñanza aprendizaje, la investigación y la vinculación de los planteles con el medio.
El contexto actual de crisis, distanciamiento social y tecnologías TIC´s ha generado una revaloración de elementos intangibles, no sólo en forma obvia del conocimiento, de redes digitales y de las relaciones humanas que se despliegan a través de ellas.
Al mismo tiempo es una época de cambios e incertidumbre, y como humanidad estamos buscando certezas y seguridad. Y ahí surgen otros elementos intangibles que son vitales para el ser humano: la espiritualidad, sentido de vida, trascendencia, principios morales y valores. Estos elementos permanentes nos entregan estabilidad, orientación y confianza; nos confirman que la esperanza se justifica, incluso en la adversidad de una pandemia. El ser humano sigue siendo el mismo, sigue buscando sentido a su existencia y orientándose por su fe en el futuro.
En palabras de Víctor Frankl: “Tenemos que enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino sí la vida espera algo de nosotros. Tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida y, en vez de ello, pensar en nosotros como en seres a quienes la vida les inquiriera continua e incesantemente. Nuestra contestación tiene que estar hecha no de palabras ni tampoco de meditación, sino de una conducta y una actuación rectas. En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo.”
Lo que importa y perdura entonces a través de los tiempos (especialmente de crisis), es el sentido de vida a través del consciencia y compromiso social, el hombre al servicio de la sociedad. A ello se asocian los valores de solidaridad, cooperación, generosidad, responsabilidad social, ayuda desinteresada al prójimo.
Las universidades, especialmente las católicas, estamos llamados a enseñar, poner en práctica lo anterior, tanto en el nuestros modelos educativos-formativos como en las relaciones interpersonales al interior de nuestra comunidad, como también hacia el entorno. Esta misión es esencial para las universidades católicas. Así lo expresa la propia Constitución apostólica Ex Corde Ecclesiae: “Junto con otras Instituciones privadas y públicas, las Universidades Católicas, mediante la educación superior y la investigación, sirven al bien común; representan uno de entre los varios tipos de instituciones necesarias para la libre expresión de la diversidad cultural, y se esfuerzan en promover el sentido de la solidaridad en la sociedad y en el mundo.”
Es en el desarrollo de esta sensibilidad social, que las instituciones de educación superior se insertan en la sociedad y contribuyen efectivamente al bien común. Con estas reflexiones propias de los tiempos que corren, nuestra Casa de Estudios ha cumplido en estos días, 49 años como Universidad, 29 años en forma autónoma como UCSC. Con una tradición católica seguiremos centrados en una misión que no tiene existencia material: educar para la convivencia y humanizar la sociedad.
Fuente: El Sur 26.07.2020
https://www.elsur.cl/impresa/2020/07/26/full/cuerpo-principal/3/