Rodrigo Alda V., rector UCN: “Un espíritu inquieto”

Rodrigo Alda V., rector UCN: “Un espíritu inquieto”

“Lo notable es que don Carlos no se quedó en la queja o el mero diagnóstico y comenzó a trabajar en soluciones”.

Don Carlos Espinosa Arancibia destacó siempre por su espíritu curioso, por su temple, por su conversación amplia y respetuosa, y una generosidad característica de aquellas grandes personalidades.

Fue mucho más que un destacado académico, investigador y Doctor Honoris Causa de nuestra Universidad Católica del Norte. Fue un nortino heredero de las mejores tradiciones y embebido de un espírito crítico y creativo para imaginar soluciones creativas a los problemas que enfrentaba el territorio.

El académico, nacido en 1924 en la oficina Catalina del cantón Taltal, fue hijo de Héctor Espinosa y Blanca Arancibia. Eran años en que el trabajo en la pampa era rudo e incluso salvaje y cruel. Evidencia de esto se puede constatar en la matanza en la Plaza Colón de Antofagasta ocurrió en 1906, la Escuela Santa María de Iquique en 1907 y los crímenes de la oficina San Gregorio en 1921; tres episodios que dejaron un rastro de cientos de muertos.

Por esos años nació don Carlos, y junto a sus padres y hermanos se instaló en Antofagasta, donde fue alumno del colegio San Luis, la Escuela N°4 y el Liceo de Hombres. La ciudad que lo recibió no contaba con grandes bondades. En realidad, llegaba a un puerto más caracterizado por las precariedades.

Su formación en educación superior lo realizó en el Pedagógico de la Universidad de Chile y, tras concluir sus estudios, regresó a Antofagasta, ciudad en la que se encontró con problemas en las mismas áreas que dejó al salir: abastecimiento de agua, luz y otros bienes y servicios elementales.

Lo notable es que don Carlos no se quedó en la queja o el mero diagnóstico de las problemáticas del territorio, y comenzó a trabajar en soluciones. Sus alumnos en el Liceo de Hombres relatan que siempre se hacía otro tipo de preguntas y aquello fue lo que siempre lo distinguió como un espíritu inquieto, reflexivo y respetuoso con las personas y el medio que le rodeaba.

En ese contexto, el profesor ideó un invento que le dio fama y reconocimiento nacional e internacional: el atrapanieblas, un artefacto construido con 360 barras de cobre de un metro de largo y arpillera, que tenía por objetivo captar parte del agua de las nubes, condensarla y capturarla para el consumo de la población. Los estudios se hicieron en la zona de Morro Moreno, donde el profesor advirtió las posibilidades que emergían en este contexto geográfico.

Esa tarea la implementó junto a profesores de Física y Matemáticas de nuestra entonces, Universidad del Norte, a la que entregó la patente del invento y nosotros a la Unesco con el objetivo de que pudiera ser usada libremente por todas las comunidades que lo requieran. De este modo, ha sido implementada con éxito en diferentes latitudes. De hecho, comunidades de Perú, Ecuador, Colombia, México, Guatemala, República Dominicana, España, Sudáfrica, Namibia, Omán, Croacia, Yemen e Islas de Cabo Verde en África, han usado esta curiosa figura geométrica y otras derivaciones más simples.

También abordó investigaciones con el hidrógeno verde y un desarrollo en la Corporación GEN, un espacio que amó desde sus orígenes, quizás porque veía que con trabajo y creatividad los humanos podíamos conquistar espacios que parecían vedados.

Por estas y otras razones, la UCN le reconoció en vida como Doctor Honoris Causa, la más alta investidura de nuestra Casa de Estudios Superiores, una leve atención a todo su quehacer inquieto, apasionado y visionario.

El profesor ya no está con nosotros, pero seguirá vivo como una de las mentes más brillantes que ha dado nuestro Norte. Sin duda, un genuino portador de los valores de la Libertad, la Verdad, la Justicia y el Compromiso Social y Ambiental, que guían el quehacer de la Universidad Católica del Norte.

Fuente: Ucn.cl 22.06.2022
https://www.noticias.ucn.cl/columnistas/un-espiritu-inquieto/



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